El 27 de septiembre de 1957 tuvieron lugar una serie de erupciones que podrían haber transformado el archipiélago de las Azores. Comenzaron bajo el agua y duraron trece meses. Ocho días después de la primera erupción, la isla de Faial se encontraba completamente cubierta de cenizas. Las consecuencias fueron devastadoras. Sesenta años después, Patricia Dauder camina sobre las cenizas solidificadas. Viajó a la isla de Faial durante una residencia artística en el Arquipélago Centro de Artes Contemporâneas de la isla de São Miguel en las Azores. Se encontró a sí misma caminando sobre las tejas de las casas que una vez fueron un pequeño pueblo y que en 2017 se encontraban expuestas a la erosión causada por los agentes atmosféricos. La catástrofe borró pastos y cultivos, si bien no causó muertes. Las fuerzas de la naturaleza desatadas por el nacimiento de una nueva isla dejaron las aguas contaminadas por las cenizas. 

Cuando Patricia Dauder visitó por segunda vez las islas de São Miguel y Faial entre el 4 y el 20 de diciembre de 2020, se encontró con una geografía compleja, no por la apariencia del paisaje sino por la densidad de los estratos acumulados. Situó la realización de su película Insulana (2021) en medio de esa constelación.

Los únicos hechos que relata esta película no son aquellos narrados por la voz en off. El film muestra la experiencia de Dauder caminando sobre cenizas sólidas varias décadas después de la erupción volcánica que afectó la zona noroccidental de las Azores a finales de 1957. Viajó a las islas por primera vez en 2017 y regresó en 2020 para rodar en ellas. La película hace una transición desde una austera representación del taller de Dauder a los lugares afectados por los severos terremotos de los que habla la narración. Se trata de un proyecto fílmico que aúna trabajo y acción llevado a cabo desde el ámbito estricto de la producción cinematográfica.