Mogadishu nació del deseo de Louis-Cyprien Rials de visitar una de las playas más bellas del mundo en uno de los países más peligrosos del mundo. La región de Mogadiscio, con playas desiertas de arena blanca y fina, es toda una paradoja económica: un paraíso para los ricos  en busca de ocio y un auténtico infierno viviente para los somalíes. En efecto, Somalia es un crisol de violencia humana y un campo de pruebas de guerra permanente, un país asolado durante los últimos treinta años por una guerra civil y, más recientemente, por las depredaciones terroristas de Al-Shabab. Tanto es así que el Ministerio de Asuntos exteriores francés advierte formalmente los ciudadanos franceses que no viajen a Somalia por el «riesgo extremadamente alto de ataques terroristas, secuestros y homicidios».

La obra de Louis-Cyprien Rials se ocupa de territorios que no figuran a los mapas y de países que no tienen nombre. Se trata de tierras que la comunidad internacional niega conocer, lugares devastados por tales atrocidades y exacciones que tan solo  permanecen ruinas, cenizas y desolación. Utilizando el paisaje como filtro, Rials evoca las peregrinaciones de la humanidad. Sin embargo, el artista no hace de reportero. De hecho, no incluye, en su obra, ni testigos, ni ningún tipo de análisis de las catástrofes que observa, a pesar de estar buscando pruebas constantemente. A cambio, nos invita a investigar las causas de estas catástrofes fuera del marco de sus películas. Rials filma aquello que no nos imaginamos, lo que se esconde bajo paisajes aparentemente pacíficos: escenas de desolación, paisajes urbanos cotidianos y edificios desnudados de su propósito e historia originales.