La lista de representaciones culturales occidentales en torno al amor y las pasiones sería inacabable: desde la mitología griega y sus tragedias, pasando por la escolástica cristiana, el amor cortés, el Siglo de Oro y el romanticismo del XVIII y parte del XIX, hasta las expresiones culturales más populares o alternativas de nuestros días, se ha dado testimonio de los estragos causados por alguna idea de amor.
En el plano de lo real, seguimos sufriendo a los creyentes que exterminan al otro en nombre del amor a un Dios; a todos los nacionalistas que continúan lanzándose a su mutua destrucción por amor a alguna patria o mátria; a adolescentes que entienden los rasgos celotípicos como signos de amor verdadero; a la madre que mata a sus hijos para que no sufran; a revolucionarios que dan la vida o la quitan por amor a alguna idea de revolución social; o al amante que decide matar a la amada (o al revés) al ver que pierde su amor.
¿Cuál es la responsabilidad de la cultura en todas estas paradojas? ¿Cuántas situaciones dramáticamente preestablecidas hemos vivido en nuestras historias de amor? ¿Qué placeres o fantasmas se ocultan tras la máscara de las creencias en torno al ideal del amor? ¿Podría ser que la principal causa de los conflictos sociales no sea el odio sino un exceso de amor ciego? ¿Qué efectos tendría sobre el orden social la desidealización del amor? ¿Y sobre nosotros?
En la exposición Palabras de amor, Núria Güell, a través de una acción inaugural, una videoproyección y una fiesta de clausura con música en vivo, se cuestiona las representaciones instituidas y los mandatos culturales aprendidos en torno al amor pasional y sus consecuencias.
Invitado por la dOCUMENTA13 en 2012 Albert Serra crea Los tres cerditos, una película de 101 horas con Goethe, Hitler y Fassbinder como protagonistas. Filmada en Kassel de forma fragmentaria para ser proyectada cada día durante los tres meses que dura la DOCUMENTA, en la Fabra i Coats se presentará en su formato de instalación multipantalla.
Con este experimento cinematográfico Serra explora la performatividad del medio, pero también la fidelidad a los textos autobiográficos y la construcción simbólica de la historia. Planteada como un flujo continuo de discurso, los actores no profesionales recitan de forma literal las palabras que se les atribuyen a estos personajes en tres libros: Conversaciones con Goethe de J.P. Eckermann, Las conversaciones privadas de Adolf Hitler y una recopilación de entrevistas a Rainer Werner Fassbinder. A través de sus disertaciones se dibuja la personalidad y las ideas de tres figuras que marcan tres momentos clave en la historia alemana y en la construcción de Europa.
Se trata del estreno en primicia en el estado español de Los tres cerditos, que sale por primera vez del contexto alemán gracias a la iniciativa de la Fabra i Coats, que ha creído en la necesidad de poder enseñar esta obra magna del nuestro cineasta más internacional en Cataluña. Con este objetivo, y con el apoyo del Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña y el Goethe Institut, la Fabra ha encargado y capitaneado la labor titánica de traducción y subtitulación de las 101 horas de película, que se prevé durante diez meses .
Con el apoyo del Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña y del Goethe Institut.
Cascar una nuez es una acción insignificante y cotidiana. ¿A quién se le ocurriría entretenernos cascando nueces? Pero lo cierto es que, en su humildad, esta acción tiene la capacidad de desplegar por sí misma la estructura de una escena diminuta, con sus expectativas y su desenlace. No solo nos convoca con la promesa del alimento; también sabe recoger en un mismo punto la atención de todos los presentes.
Frente a las pretensiones a menudo fallidas de los relatos más ambiciosos y articulados, Lúa Coderch se sitúa donde están los pequeños acontecimientos que, como este, de forma discreta, parecen ofrecernos un lugar desde el que empezar un movimiento de reparación, desde el que rehacer las costuras de nuestra vida en común.
La exposición despliega en el espacio de Fabra i Coats una serie de dispositivos de captura de la atención, como una cortina-film, esculturas que quizá son muebles y un programa de acciones a escala reducida para compartir con otros, como una compilación de escenas o pequeñas unidades de sentido que pueden llegar a conformar el grado cero de una narrativa común.
El título es una versión despiezada, en tres palabras yuxtapuestas, de los elementos que, amalgamados, configurarían una voz. Desde el tono, audible pero sin contenido semántico, a la boca como lugar de enunciación encarnada, pasando por la lengua, construcción político-lingüística pero también órgano visceral.
La exposición se fija en la polifonía y la dimensión sonora que atraviesan la obra de la artista. No solo como algo que hace en sus películas, sino también como algo que la hace. Se trata de observar el papel que otorga a las voces ajenas y de mostrar en paralelo una trayectoria artística en que la búsqueda de una enunciación propia pasa por dejarse deliberadamente atravesar por lo ajeno. Conseguir un lugar desde el que hablar con legitimidad supone en este caso multiplicar la voz, hacerla otra, auto-extrañarse deliberadamente.
Van Oldenborgh no dirige películas sino que las entiende como un marco de hospitalidad en el que acoger y movilizar sujetos y relatos para una elaboración o revisión conjunta de sentido. En ocasiones, mensajes o textos del pasado atraviesan cuerpos en el presente dando lugar a extrañamiento, conflicto o violencia. A veces, las/los participantes ponen –literal y metafóricamente– el guion a distancia, midiendo su capacidad de encarnarlo. Los procesos de interpretación dialogada son formas de visibilizar y exorcizar herencias discursivas coloniales, ideológicas, raciales o de clase que de otro modo persistirían reproduciéndose de manera inadvertida.
tono lengua boca subraya la eficacia de estrategias vinculadas a la toma de palabra, el encuentro y puesta en circulación de voces, la construcción coral de los relatos y la no naturalización del lugar desde el que se habla. Hay en el trabajo de la artista una insistencia obstinada, por un lado, en «des-sujetar», librarse del dirigismo de voces y cuerpos durante los rodajes; y, por otro, en «des-sujetarse», desprenderse de la univocidad como enunciación artística, ética y política.
Prólogo de Caterina Almirall
Lectura audiovisual sobre la transformación de nuestra relaciones afectivas tras la introducción de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial. A través de una compilación de casos de estudio como aplicaciones, productos de consumo y servicios de contratación, pero también de películas, publicaciones e intervenciones por parte de artistas y activistas, Núria Gómez Gabriel traza un recorrido por el universo de la vigilancia emocional.
Nuestro amor es el de las aberraciones cósmicas. El universo de la vigilancia emocional es un lugar de fuerzas ocultas capaz de predecir cuál será tu futura relación de forma especulativa y racional o de diagnosticarte con antelación un episodio de depresión severa. Con sus propias normas, integradas en sus plataformas, representa la combinación de efectos jurídicos, morales, estéticos, tecnológicos y comerciales del mundo digital conectado. En un ecosistema donde las interfaces son cada vez más persuasivas y los algoritmos actúan de forma oracular y preventiva, ¿quién o qué determina de quién o qué me voy a enamorar?
Hoja de sala Un día me topé con un meteorito
En el breve cuento La distancia de la luna (1965), Italo Calvino nos habla de la voluntad humana en relación con objetivos inalcanzables, ficcionando un universo en el que el espacio que nos separa del satélite se convierte también en metáfora de los deseos, las pasiones y las obsesiones terrestres.
Dirigir la mirada hacia el cielo estrellado se corresponde con aquel impulso vertical al que los seres humanos siempre hemos respondido, un ímpetu del cuerpo que desvela preguntas sobre el origen del mundo, la necesidad de orientarse y la inclinación a explorar. Asimismo, y en distintas épocas históricas, esa acción ascendente ha encarnado la forma del sueño utópico, del miedo a la invasión, hasta asumir los rasgos de una futura colonización interestelar.
Desde las primeras carreras espaciales, la posibilidad de una expansiva «territorialización» del universo se relaciona hoy en día con la incertidumbre del futuro en la Tierra, reduciendo así la aparente distancia entre la alteridad del cosmos y nuestra cotidianidad. Es como si el espacio que habitamos, «infinito, indistinguible y uniforme en todas sus direcciones» (según el diccionario Cambridge) adquiriera substancia física y tangible, y nos obligara a despertarnos de nuestro caminar ensimismado.
Cuando el ya complejo debate sobre la naturaleza del «espacio» explotó a principios del siglo xviii, como se detalla en la correspondencia entre el filósofo alemán Gottfried Leibniz y el inglés Samuel Clarke, se enfrentaban dos posiciones principales: la racionalista, según la cual el espacio se correspondía con la relación de distancia o proximidad entre las cosas, y la absolutista, que lo identificaba con una entidad omnipresente y en parte reconducible a algo divino. Más tarde, Immanuel Kant hablaría del espacio como de un concepto abstracto al que el ser humano recurriría para dar sentido al mundo. De acuerdo con la física contemporánea, el espacio-tiempo vendría a ser finalmente un contenedor dentro del cual nos movemos y fluimos, un sistema imperceptible que determina, organiza y afecta nuestra existencia.
Abstrayendo el debate del discurso propiamente científico y reconduciéndolo a un contexto metafórico, la «mirada espacial» ofrecería entonces una vía para acotar la distancia entre lo infinitamente grande y nuestro microcosmo cotidiano, interrogando aquellas cuestiones que nos afectan de cerca, según un movimiento a la inversa que desde el cosmos interpele al cuerpo. Como si, caminando distraídos por la calle, nos topásemos con un meteorito.