En el marco del Festival LOOP 2023, la Filmoteca de Catalunya celebra una actividad con la artista Aura Satz dentro del programa Attuning. El día 23 de noviembre a las 19h tendrá lugar una sesión de escucha con dos de las composiciones telefónico-sonoras de la artista; Dial Tone Drone, 2014, con Pauline Oliveros y Laurie Spiegel y Tone Transmissions, 2020, con Éliane Radigue, Julia Eckhardt y Rhodri Davies.
Para esta actividad contaremos con la presencia de la Aura Satz. Tras la escucha de las dos piezas sonoras Aura Satz dialogará con Carolina Jiménez, comisaria del ciclo Attuning.
Attuning incluye una exposición en el Museu de la Música de Barcelona, del 9 de noviembre de 2023 al 7 de enero de 2024. Se centra en un conjunto particular de obras dentro del cuerpo de trabajo de Aura Satz a partir de algunos puntos ciegos –que no sordos– del relato dominante de la música electrónica y las convenciones que los han mantenido. La artista retrata una serie de compositoras que han sido relevantes para el desarrollo de la música electroacústica y las tecnologías vinculadas a la creación de sonidos electrónicos. La exposición en el Museu de la Música presenta Oramics: Atlantis Anew, 2011, concebida en homenaje a Daphne Oram; Little Doorways to Paths Not Yet taken, 2016, un perfil intimista del estudio de la compositora estadounidense Laurie Spiegel y Hacer una diagonal con la música, 2019, con la compositora electroacústica Beatriz Ferreyra, impulsora, junto a Pierre Schaeffer, de la música concreta.
El primer largometraje de Piavoli es una sinfonía visual y sonora en torno a la naturaleza y sus habitantes: hombres, animales y plantas. Marcada por el ritmo de las estaciones y los secretos del planeta, es una película única, sin diálogos ni música, que el cineasta rodó en los alrededores del lago de Garda, donde muestra la evolución biológica y los aspectos fundamentales de la vida (el juego y el amor, el trabajo y el descanso, la convivencia y la agresión) como fragmentos de un equilibrio cósmico fascinante. «Un poema, un viaje, un concierto de la naturaleza, el universo, la vida. Una imagen diferente de la que siempre vemos» (Andréi Tarkovski).
En medio del Raval, es muy fácil ver el espacio actual de la Filmoteca como un foso de proyecciones. Asimismo, en la actividad de la institución, las funciones de conservación, archivo, receptáculo y anidada de imágenes están muy presentes. Ambas cosas nos han invitado a mostrar este plano fijo de un proyector que, encarado a un foso en medio de un campo, pasará cuatro meses tratando de restituir algunas imágenes al mundo.
No sé hasta qué punto, con esta propuesta de restitución, plantación y reposo, podemos dar algo de cabida, liberando el correspondiente rincón de mundo de su saturación. Es muy fácil que la operación quede convertida, en definitiva, en una imagen añadida más. ¡Pero!
Hace años que predico este gesto de devolver las obras al mundo, bajo el propósito de que creación y disolución convivan más entrelazadas. Cuanto más fértilmente entrelazadas, mejor. Y no hace falta decir que la fertilidad se da en la medida en que, más o menos lentamente, cualquier creación se deja reabsorber en el medio. Las relaciones entre fertilidad y conservación son complejas de por sí, pero es evidente que a la hora de intervenir en un espacio como el actual, que se muestra cada vez más colmado de imaginería, la alternativa entre hacer hueco y ocupar un hueco resulta cada vez más clara y decisiva.
Así como existe el cine mudo, con toda la agitación de imágenes que supuso hace más de un siglo, no sé si no podríamos hablar también de un cine ciego para nombrar la pervivencia de posibles imágenes que no se han querido formar aún: cabida de imágenes justo con la mínima presencia de imagen para vislumbrar el fondo de cabida. Maravilla pensar en la ausencia de forma como un estado previo a la presencia de forma y no como una privación de forma. Maravilla pensar en la luz aún sin nacer de un cine que no puede imaginarse porque sus imágenes prefieren vivir sepultadas, atrapadas en la magnitud general, encriptadas, negras en la tierra negra.
Volvamos al gesto de la acción. Olor medio a hierba atizada, medio a hierba aplastada por el peso de la luz. Ahora la proyección cinematográfica nocturna sobre un suelo cavado plantea otro orden de cuestiones: ¿La ilusión de espacio del cine puede regenerar un campo? ¿Podemos concebir unos tallos de hierba como unas imágenes botánicamente renacidas? ¿Puede surgir, por ejemplo, una brizna de fenazo de una escena actuada? ¿De una tierra regada de imágenes ha crecido alguna vez un tallo vivo?
Perejaume
El acceso a la exposición es gratuito; todas las actividades del programa requieren inscripción previa. Más información próximamente.
¨Deseaba ver algo en pleno día, me sentía harto de la complacencia y de la comodidad de la penumbra; sentía un deseo de agua y de aire para el día. Y si ver era el fuego, exigía la plenitud del fuego, y si ver era el contagio de la locura, deseaba locamente esa locura¨
(Maurice Blanchot, La Folie du jour )
Amanece el sol, resplandece la llama de una vela, el pulso eléctrico calienta los filamentos de una bombilla y los proyectores se encienden. El motor de las máquinas va llenando el espacio hasta fundirse con el sonido de la sala contigua, vacía y negra. Los aparatos siguen funcionando ininterrumpidamente, iluminados ahora por la propia luz que expulsan, como antiguas piezas de museo colocadas sobre sus peanas.
Las primeras formas aparecen. Y si ver era el fuego… una incandescencia de luces y de sombras abocadas a extinguirse, verdad preciosa pero pasajera, destellos efímeros. Sus llamas iluminan el mundo, lo alumbran, lo tocan, y al quemar convierten su imagen en cenizas. Metáfora de la mirada fuego, del movimiento incesante de los cuerpos, de las metamorfosis de la visión según la presentan la pareja de artistas. Como una vela. Escribe Georges Didi-Huberman que la imagen arde, y en ella el tiempo se funde, pues “en la imagen es el tiempo quien nos mira”: somos por igual ante los dos.
Luz y tiempo constituyen la materia prima de sus creaciones. La manipulación artesanal de aparatos analógicos y película fotosensible, la consciencia plena del dispositivo y los gestos cinematográficos, determinan la obra, los ritmos y procesos creativos. Se trata de una opción metodológica consciente movida por el deseo de seguir explorando las posibilidades plásticas, los usos poéticos y el potencial crítico de una técnica y una estética consideradas obsoletas en la era digital.
La luz torna el mundo visible. Lo que es perceptible engaña, pero lo invisible apenas existe. Hegemonía de la visión en la cultura moderna. Valentina Alvarado y Carlos Vásquez trabajan los encuadres, interponen filtros y lentes, mecanismos de mediación entre su cámara y las cosas para desnaturalizar la percepción en un intento de renovar la mirada. Desde su anterior proyecto Paracronismos, exploran la posibilidad de pensar, dentro de la imagen, nuestra relación con otro tiempo, o más bien la coexistencia de temporalidades heterogéneas sacudiendo la idea de una sucesión cronológica lineal. La imagen es así una memoria, montaje de estratos superpuestos que irrumpe en un destello, como diría Walter Benjamin, en el instante de ser convocado. Pasado y presente son contemporáneos, como en su propia práctica fílmica.
Presentamos un proyecto de naturaleza experimental que recoge las exploraciones planteadas en Paracronismos I y II junto a una instalación imaginada especialmente para nuestro espacio expositivo. Y si ver era el fuego sugiere así una continuidad natural entre esta sala y la de cine combinando una muestra permanente de cine expandido con sesiones performáticas efímeras a partir de proyecciones en 16mm y S8mm e improvisaciones sonoras. Experiencias distintas pero complementarias que nos invitan a replantearnos las posibilidades mismas del cine y el lugar que ocupamos como espectadoras.
Y si ver era el fuego…