The Monarch’s Game es una colección de relatos animados, sucedidos en bucles, en los cuales la figura del monarca (ave que inspiró el logo de Twitter) aparece atrapada en las estructuras de diferentes autómatas. Una y otra vez, se encuentra restringida a la lógica de movimiento pre-configurado de las maquinarias, en una suerte de cucú de reloj de pared. Es esta ave mutilada dentro del artilugio de prisión digital, el mote que utiliza el artista para sugerir la falsa libertad a la que ha sido expuesto en el entramado de la comunidad NFT de la Web 3.
Su trabajo, insertado felizmente en el ámbito criptográfico, bajo el boom de la promesa de libertad de creación y carácter descentralizado de la blockchain, se ha visto nuevamente mutilado con la censura. Una censura politizada que lo señala como enemigo público de Estados Unidos, según las sanciones actuales que establecen que las empresas estadounidenses no pueden suministrar bienes o servicios a ningún usuario que resida en un país sancionado (a la lista se suman Irán, Corea del Norte, Siria, Rusia, Ucrania y Venezuela).
The Monarch’s Game se traduce entonces como otro síntoma de la historia de esclavitud y censura interminable del (artista) cubano, basado dentro y fuera de Cuba, a nivel físico o virtual.
Down by the Nuclear Force (2016) es un ensayo visual y sonoro basado en la resignificación y modificación de imágenes de archivo y la edición del sonido de la escena de Rio Grande (John Ford, 1950), donde los soldados cantan Down by the Glenside. En clave biográfica, esta pieza, que Polo realizó mientras se estaba sometiendo a pruebas para descartar un posible cáncer, es una reflexión sobre la posibilidad que tiene el cuerpo humano de autodestruirse. Imágenes de misiles, explosiones nucleares, bombardeos y destrucción causada por la humanidad se entrelazan con la voz parsimoniosa de los soldados cantando el estribillo revolucionario irlandés. Con todo, Down by the Nuclear Force se convierte en una vanitas contemporánea. Si la amenaza para el ser antes era el paso despiadado del tiempo, ahora —y en los últimos setenta años— lo es la metástasis de una humanidad que, por primera vez, tiene la capacidad de autodestruirse.
Dos fueron las travesías que Cristóbal Colón tuvo que realizar hasta llegar a la isla de Puerto Rico en 1493; dos viajes fueron también los que la artista Irene de Andrés realizó a esta isla para el desarrollo del proyecto; prácticamente dos los días en los que la isla fue independiente antes de convertirse en territorio estadounidense (1898) y, también, dos son los videos que conformaron el proyecto El Segundo Viaje (2015-2017)
Puerto Rico es una isla situada entre el mar Caribe y el océano Atlántico y fue una de las últimas colonias españolas. El Segundo Viaje toma como contexto y pretexto este territorio para analizar las nuevas relaciones coloniales que se establecen a través de la explotación turística de la isla. A través de un collage de imágenes, se exploran los cambios producidos en la región, así como las transformaciones en sus formas de representación.
Los dos videos que componen El Segundo Viaje están formados por fragmentos, trozos y retazos de otras piezas audiovisuales. El primero de ellos está elaborado con imágenes provenientes de archivos oficiales del país, que datan de las décadas de los 40, 50 y 60 del pasado siglo, mientras que el segundo de los vídeos está constituido por una serie de imágenes recogidas por la artista en los dos viajes que realizó a la isla entre 2015 y 2017. En ellos, de Andrés trabajó conjuntamente con la asociación Beta Local, con quien compartió el proceso de producción de las piezas. Y es que la evolución del concepto de ocio a lo largo de la historia y por tanto del concepto de viaje -desde el realizado por los primeros colonos, hasta el turismo masivo propio de nuestros días-, es una de las preocupaciones que atraviesan el quehacer general de la artista. Preocupaciones que a su vez dejan traslucir algún rasgo biográfico, como es su lugar de procedencia, Ibiza, uno de los territorios más asediados por el turismo en el estado español.
La elección formal en la construcción de las piezas de este video nos conduce a preguntas tales como ¿qué tipo de significado se obtiene recortando, interponiendo, desmontando, juntando así las imágenes con tiempos cronológicos dispares?, y a su respuesta: evidenciar las discontinuidades temporales que nos ofrece la propia imagen, así como el montaje de diferentes momentos históricos, nos revela una representación del territorio más compleja. De esta manera la investigación llevada a cabo por la artista se orienta a cómo la política poscolonial cambió el paisaje de la isla, sobre todo en cómo su imagen se proyectaba en el extranjero, logrando desvelar, a través de la repetición de los mismos motivos y lugares en ambos videos, algunas de las paradojas de esta construcción: en las filmaciones se muestra cómo se utilizan monumentos y restos coloniales del imperio español como atractivo turístico, aparecen imágenes del puerto de San Juan por la que antes entraban los galeones de los colonos y ahora se reciben a los cruceros, también encontramos elementos arquitectónicos -entre otros- como la fortaleza, elemento indispensable para la defensa de un territorio y que ahora se ha convertido en tarjeta postal.
Algunas de las cuestiones tratadas en El Segundo Viaje también nos devuelven la mirada a ciertas problemáticas de actualidad del contexto en el que se exhibe el proyecto: Barcelona y el Museo Frederic Marès. Por su lado Barcelona en pleno debate sobre la viabilidad del turismo como actividad en la que sustenta principalmente su economía y el museo localizado en pleno barrio Gótico, una de las zonas que la presión turística más ha transformado en los últimos años. Es por ello que El Segundo Viaje nos invita a interrogarnos sobre cómo se representa la ciudad, cómo se rige un modelo de ciudad tardocapitalista cuya imagen es la de un territorio espectáculo y cuya transformación urbanística se ha ocupado de ordenar su enredada cartografía medieval, de la expulsión de los vecinos, del hostigamiento a inmigrantes sin papeles y de la construcción de tiendas, restaurantes y hoteles para el consumo de los turistas. También nos hace preguntarnos acerca de la pervivencia de los monumentos coloniales en el paisaje de la ciudad y como parte de sus circuitos turísticos.
Blanca del Río